sábado, 2 de enero de 2016

Descafeinada



En lo que va de año aún no me he tomado ningún café. Menuda hazaña, diréis; hay mucha gente que no toma café nunca, diréis. Yo no soy de esas personas. Soy de ese tipo de gente que se queda despierta hasta las 6 de la mañana sólo porque sí. Porque, tal vez, en algún momento perdí el control y ahora me da pereza volver a recuperarlo.

Café, cigarros, archivos de Word.

Tal vez porque sólo me inspiro de madrugada. Tal vez porque no controlar nada lleva, inherentemente, algún tipo de control.

Al parecer soy el tipo de persona que usa la palabra inherentemente.

(chúpate esa, lengua española)

(la RAE aconseja, no impone)

(privilegios de filóloga, llamémoslo)

Wow.

Mis días consisten en verlos pasar, uno tras otro, a la espera de que algo cambie; en el fondo sé que soy yo la que tiene que hacer algo para ello. La pereza es diabólica, o las ganas de no hacer nada.

En el fondo sólo quiero dormir.

Pero, al menos, es el segundo día consecutivo que actualizo esto. Menos es nada.

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