En lo que va de año aún no me
he tomado ningún café. Menuda hazaña, diréis; hay mucha gente que no toma café
nunca, diréis. Yo no soy de esas personas. Soy de ese tipo de gente que se
queda despierta hasta las 6 de la mañana sólo porque sí. Porque, tal vez, en
algún momento perdí el control y ahora me da pereza volver a recuperarlo.
Café, cigarros, archivos de Word.
Tal vez porque sólo me inspiro
de madrugada. Tal vez porque no controlar nada lleva, inherentemente, algún
tipo de control.
Al parecer soy el tipo de persona
que usa la palabra inherentemente.
(chúpate esa, lengua española)
(la RAE aconseja, no impone)
(privilegios de filóloga, llamémoslo)
Wow.
Mis días consisten en verlos
pasar, uno tras otro, a la espera de que algo cambie; en el fondo sé que soy yo
la que tiene que hacer algo para ello. La pereza es diabólica, o las ganas de
no hacer nada.
En el fondo sólo quiero dormir.
Pero, al menos, es el segundo
día consecutivo que actualizo esto. Menos es nada.
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